“Viajar en parapente era un sueño para mí; nunca imaginé que terminaría así”, fueron las palabras de Adriana Barros, de 31 años, antes de relatar la pesadilla que vivió en 2016 en Loma Bola al sufrir un accidente en un vuelo biplaza.
La mujer pensó mucho antes de hacer pública su experiencia. Ella, a diferencia de Natalia Vargas, sobrevivió, pero -dijo- los responsables de la empresa que contrató para hacer el vuelo no se hicieron cargo de lo que le había sucedido y le ocultaron imágenes del percance. Por eso decidió denunciarlos penal y civilmente en la Justicia.
Barros relató que en julio de ese año contrató el servicio de “Volar en Tucumán” y que la llevaron desde el Ente Tucumán Turismo hasta la pista de Loma Bola, en San Javier. Al llegar, firmó el contrato de asunción de riesgos, mientras Mercedes Gijón, la parapentista que voló con ella, armaba el parapente en el pasto.
“Hasta ese momento todo iba bien. Gijón me llamó y me indicó que debía ponerme el casco, la campera y el arnés. Su única instrucción fue que empiece a correr”, relató la mujer. Aseguró que ella no tenía conocimiento sobre el procedimiento, por lo que confió en que se estaban tomando los recaudos correspondientes. “Ahora que se sabe más del tema, me doy cuenta de que yo no practiqué el prevuelo ni tuve la preparación necesaria”, recalcó.
En picada
Barros relató que empezó a correr junto con su instructora hasta que despegaron, pero que minutos después la parapentista empezó a ponerse muy nerviosa y no paraba de moverse, hasta que finalmente le dijo que “no se había dado cuenta de que había un nudo en el parapente”.
“Estaba en crisis; no tenía idea de lo que me estaba hablando”, contó la joven, quien manifestó que luego de varias maniobras el parapente empezó a ascender en dirección contraria a los demás vuelos. “Tan rápido como subimos, empezamos a bajar. Lo único que recuerdo es a ella gritándome que levante las piernas mientras caíamos en picada; de repente nos estrellamos contra el suelo y mi vista se nubló”, destacó.
Según la pasajera, había caído de cara y a causa del impacto perdió el conocimiento. “Todo fue muy rápido, estaba desesperada”, dijo. Agregó que despertó en un campo que no supo identificar: “estaba muy golpeada, tenía la boca llena de sangre y me dolía todo, no podía respirar”.
Seguidamente, explicó que fueron trasladadas, “sin que nos dieran los primeros auxilios”, en dos camionetas hasta una clínica de Maipú al 600. Un médico le dio unos antiinflamatorios y luego le dijo que vuelva a su casa porque el dolor supuestamente “era pasajero”. Sin embargo, los días pasaron y el dolor fue en aumento, por lo que Barros consultó a diferentes traumatólogos.
El costo de la tragedia fue cinco meses con cuello ortopédico y más de un año y medio de fisioterapia. “Tengo rectificación de columna a causa del impacto; se me partió una muela y me corté la lengua al punto que casi pierdo un pedazo”, manifestó. Añadió que no pudo asistir por semanas a su trabajo y que aún continua con fisioterapia.
Barros dejó en claro que el incidente del vuelo no fue la peor parte. “Intenté comunicarme con la instructora en esos días y le pedí el video del vuelo, pero me dijo que hable directamente con (Sergio) Bujazha. Él se iba a encargar de todo”, relató.
Al describir su experiencia con Bujazha, la angustia de la mujer se transformó en enojo. Contó que se reunieron en un bar y que él llevó el papel que había firmado la joven antes de la caída. “Me dijo que eso era prueba de que no podía hacer nada ante la experiencia que sufrí. Me habló con total prepotencia”, dijo Barros. Dijo que por el maltrato que recibió decidió denunciar lo ocurrido ante la Justicia. “Me sentí completamente maltratada por ese señor; fui a Loma Bola con la idea de cumplir un sueño y terminé viviendo una pesadilla. No reconocieron nada de lo que había sucedido; ni siquiera me pidió disculpas. Sólo me devolvió los $ 1.100 del vuelo y me invitó a hacer otro gratis y que no necesitaría firmar ningún contrato”, enfatizó con indignación la mujer. “Ninguna vida vale $ 1.000”, finalizó.